Cierra los ojos e imagina una isla virgen, perdida en plena Tailandia. Tiene todo lo que describen esas típicas técnicas de relajación: temperatura perfecta, playas de arena blanca, un mar infinito de color verde esmeralda… Increíble, ¿verdad? Ahora imagina a un abuelo tirando una lata de cerveza al mar, a una señora arrancando una flor exótica y a unos niños llevándose al hotel un cangrejo porque “es muy mono”. Sí, el paraíso se acaba de convertir en todo un infierno. Dicen que la mano del hombre destruye todo lo que toca, y algo parecido acaba de suceder en el país asiático. Las autoridades tailandesas han comunicado el cierre indefinido al turismo de la isla de Koh Tachai, un marco de ensueño famoso por su atractivo para el buceo. Aunque lleva abierta al público desde 2010 y no cuenta con estructura hotelera, en este lapso de tiempo ya ha sufrido una considerable degradación de sus recursos naturales. “La han visitado demasiados turistas. Han destruido la ecología y los corales de la isla”, declaró un portavoz del gobierno tailandés. El país asiático se enfrenta así a las primeras repercusiones de su enorme crecimiento como destino vacacional con casi 30 millones de visitantes el año pasado, cifra que, según se estima, superará los 35 en 2016.
El caso de Koh Tachai es el último en la lista de gobiernos que se ven obligados a acotar el turismo debido a la sobreexplotación o al vandalismo. Hace unos meses, asociaciones conservacionistas de Costa Rica denunciaban la invasión de turistas en una playa de su costa pacífica, que impidieron el tradicional desove de cientos de miles de tortugas oliváceas, haciéndose selfies y sentando a sus hijos en los caparazones. Por no hablar de otros casos también recientes, como la cría de delfín que fue sacada del mar para el disfrute de los curiosos y acabó muriendo; o el bisonte al que un padre y su hijo metieron en su coche en el parque de Yellowstone y tuvo que ser sacrificado después de que la manada lo rechazara.
Pero la regulación del turismo es un dilema complejo para los gobernantes. Por un lado, las hordas de visitantes conllevan el consabido efecto perjudicial en cualquier emplazamiento histórico (a más personas, más erosión). Así mismo, regular entornos rurales es una tarea difícil para cualquier administración, por no hablar de que restringir drásticamente el turismo en países pobres supondría un desastre en sus economías. Por eso, la UNESCO es la encargada de preservar y alertar sobre el estado de zonas en riesgo. Ironías de la vida, muchas de ellas vieron como la demanda se disparaba justo después de que la organización las nombrara Patrimonio de la Humanidad. El documental Gringo Trails(2014) investiga las repercusiones negativas del turismo en varios de estos países. Rodado durante una década en África, Asia y Sudamérica, narra el choque entre dos culturas: la de los lugares que buscan seguridad financiera, y la de los turistas procedentes de países desarrollados que quieren vivir experiencias únicas sin importar el coste económico, social o medioambiental.
La Isla de Pascua, Machu Picchu o la Gran Barrera de Coral son algunos de los tesoros en peligro de extinción debido a la masiva afluencia de público. Así que como toda concienciación es poca, y antes de entrar de lleno en el periodo estival, enumeramos algunos de los destinos de ensueño que los turistas han puesto, ponen o pondrán en peligro durante sus vacaciones.
La Gran Muralla China
Se dice que es visible desde el espacio, pero no sabemos si por mucho tiempo más. La erosión, la falta de mantenimiento y el vandalismo han provocado ya la desaparición de una décima parte de la construcción. Del tramo de muralla construido durante el imperio Ming (1368-1644) solo un 8,2% se mantiene en buen estado actualmente. Además, debido a las lluvias torrenciales, se teme que las paredes puedan colapsar como hicieran en 2012, provocando la caída de más de 30 metros de pared.
El santuario de Abu Simbel
El templo dedicado al faraón Ramsés II y su esposa Nefertiti es el segundo destino más visitado en Egipto tras las pirámides de Giza (que también sufrieron a un turista pasándose de los límites GoPro en mano) y cuenta hasta con su propio aeropuerto para poder satisfacer la gran demanda de visitantes. Pero unos meses atrás, las autoridades tuvieron que modificar el entorno para poder preservar el monumento con garantías. Dentro del santuario instalaron un nuevo sistema de ventilación para controlar el aumento de humedad y temperatura provocado por los turistas. En el exterior, instauraron la circulación en una sola dirección para minimizar el caos del tráfico.
La isla de Pascua
80.000 turistas al año son muchas personas para casi cualquier sitio. Más si el lugar que los congrega es una isla de apenas 25 kilómetros de extensión (la demanda ha crecido un 30% más desde 2006.) El aumento de emigrantes chilenos dispuestos a abrir restaurantes y hoteles ha provocado tensiones con los pobladores indígenas. Las famosas esculturas, conocidas como moais, también sufren un proceso de degradación acelerado debido a la erosión y a la acción del hombre. El descontrol es tal que un finlandés llegó a cortar la oreja de una de las estatuas para llevársela de recuerdo.
La Gran Barrera de Coral
Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1981, sus 2.300 kilómetros de longitud albergan 400 especies de coral y 1.800 de peces (entre ellos, los personajes de Buscando a Nemo). En mayo de 2015, la UNESCO amenazó con incluirla en su lista de lugares en peligro, debido a la contaminación turística, las altas emisiones de carbono de Australia y el calentamiento global. Los corales están blanqueciendo y sin el cuidado apropiado podría desaparecer en 2050.
Las ruinas de Machu Picchu
Al igual que la Gran Barrera, la ciudad perdida de Machu Picchu ha estado a punto de entrar en el fatídico registro de las zonas amenazadas de la UNESCO. Construida en el siglo XV para unas 800 personas, recibe a diario a más de 2.500. A la tala de árboles, la expansión de la agricultura y la contaminación hay que sumarle el temblor producido por la invasión de turistas, que desestabilizan las estructuras de las edificaciones.
Los templos de Angkor Wat
Quién les iba a decir a los camboyanos del siglo XII que Angkor Wat iba a acabar siendo carne de selfie. El crecimiento del turismo a velocidad de vértigo, cerca del 20% cada año, está poniendo en riesgo este Patrimonio de la Humanidad. Más de dos millones de personas han inmortalizado en su Instagram el considerado como uno de los amaneceres más espectaculares sobre la tierra. La avalancha de turistas está retando a su estructura inestable y en las paredes de los templos han comenzado a aparecer grafitis. Las autoridades intentan frenar con un mayor despliegue policial el deterioro de un símbolo tan fundamental para Camboya que incluso aparece en su bandera.
El Masai Mara
“No tardará mucho tiempo en desaparecer, a no ser que demos pasos urgentes y drásticos desde ahora”, ha declarado un científico de la reserva. El incremento del número de residentes, visitantes (diez mil diarios) y camas (multiplicadas en un par de décadas) es proporcional al descenso de leones, leopardos y jirafas. Aunque se planteó limitar el acceso, los cerca de 16 millones de euros que aporta a la maltrecha economía de Kenia parecen suficientes para seguir haciendo safaris.
Las cuevas de Altamira
Pese a que algunos expertos creen que deberían cerrarse por completo debido a la proliferación de bacterias y hongos, en 2014 volvieron a abrirse al público tras doce años. Eso sí, el régimen de acceso está muy limitado. Una vez a la semana, cinco personas son elegidas por sorteo para visitar las cuevas durante 37 minutos, bajo un estricto protocolo de indumentaria e iluminación. El gobierno cántabro debate el subastar las entradas al mejor postor, destinando ese dinero a proyectos de investigación. El común de los mortales tendrá que conformarse con visitar su reproducción.
Las islas Kho Phi Phi
Saltaron a la fama gracias a Leonardo DiCaprio y la película La Playa (Danny Boyle) y desde entonces han pasado de ser un tesoro virgen de aguas cristalinas y arena blanca a un destino turístico sobreexplotado que recibe a más de un millón y medio de visitantes al año. Dos datos que alertan de la urgencia de controlar el turismo: de los 14 arrecifes de coral de sus playas apenas uno sigue en buen estado de conservación, y de los mil barcos que ofrecen navegar a los veraneantes solo un centenar cuenta con licencia.
El monte Saint Michel
Es la última alerta de la UNESCO. Aunque solo cuenta con medio centenar de habitantes censados en la isla, es el mayor icono turístico de Normandía, con cerca de 3 millones de visitantes al año. El organismo ha pedido controlar el acceso de visitantes a la que fuera una cárcel durante la revolución francesa y cuyas calles medievales se han convertido en un desfile de bares, restaurantes y hoteles. Ni Marbella en sus mejores años tuvo tantas tiendas de souvenirs por metro cuadrado.
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